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Alimentación suplementaria II

2ª Entrada

En general, la capacidad de carga de una población determinada en un ecosistema determinado se mide en los momentos mas críticos, que en un ambiente mediterráneo coincide con el periodo estival, o después de unas grandes nevadas, cuando la producción de biomasa disponible casi desaparece.

Las poblaciones naturales tienen posibilidades de solventar el problema del estío o del invierno, reduciendo la población o la natalidad, acumulando las reservas necesarias o pueden recurrir otros procesos como la migración, ya sea latitudinal o altitudinal.

Para comprender las actuaciones que muchos gestores de recursos cinegéticos realizan o las decisiones que toman, es necesario remontarse en el tiempo y conocer como ha evolucionado la caza como concepto, como recurso e incluso como actividad en los últimos años.

Durante muchos siglos la caza en la mayoria de las fincas ha sido una actividad económica poco valorada. Históricamente la caza mayor era un recurso real que este concedía a los nobles. En edad media se comienza a entender la caza como “regalías” que concede la Corona y por concesión real o en su nombre. El noble o señor del lugar, como soberano local se reserva el uso de la caza en los bosques.

Antes de los años 60 del siglo pasado, las densidades de ungulados eran muy bajas en la mayor parte del territorio. La economía de la caza mayor era residual, pues lo mas importante eran las relaciones sociales que se daban en los eventos cinegéticos, con partidas de varios días y con captura de muy pocas reses, prolongando la historia de relacionar la caza mayor con la clase social alta, incluso en las épocas de la ilustración española a finales del siglo XVIII, cuando se consideraba que la caza alejaba o distraía a los trabajadores de las actividades productivas.

Toda transformación comienza con la promulgación de las Leyes de Caza, pero se produce de forma definitiva a partir de la Ley de caza de 1970, en la que se regulan los acotados, se instauran los Planes Técnicos de Caza y comienzan a generalizarse diferentes tipos de cacerías y en concreto la caza de trofeos.

Las últimas décadas del siglo XX, el valor de los trofeos se incrementa exponencialmente de forma artificial, aunque estos valores nunca se acercan al coste de producción de dichos trofeos. No se realizan análisis de producción, se realizan estimas de comercialización y de todos los costes alrededor de la misma. Se accede al mundo de la caza mayor de forma masiva por puro mercantilismo asegurando un número de ejemplares en cada lance, sin un poso del concepto de caza de esfuerzo e incertidumbre como lo define Ortega y Gasset en el prologo de “20 años de caza mayor” del Conde de Yebes.

Al generalizarse la caza mayor, se necesita una producción de trofeos de forma rápida y constante, por lo que los cotos comienzan a querer aumentar el número de trofeos y el de ejemplares que se puedan cazar. Para ello, la forma mas fácil es recurrir a labores propias de la ganadería, como la construcción de vallas perimetrales, la alimentación artificial y la translocación de ejemplares.

En este primer caso vamos a analizar la alimentación artificial que se ha justificado de muchas formas, desde el apoyo a la población de herbívoros en momentos críticos como el verano o fuertes nevadas, hasta para proporcionar medicamentos (pienso medicado), o piensos tratados para alcanzar buenos trofeos, o incluso el manejo de la actividad cinegética propia para mover a los animales.

Los tipos de alimentación artificial se pueden clasificar de diferentes formas, por ejemplo, el momento que se proporciona dicho alimento, durante fuertes nevadas, en el verano, solo los días antes de la cacería o a lo largo de todo el año. Se puede clasificar por el lugar donde se deposita el alimento, ya sea en puntos concretos en el suelo o en comederos, distribuido a lo largo de los caminos, o en zonas amplias. También se puede diferenciar por el tipo de alimento que se como puede ser sales minerales, forraje, pienso, pienso tratado o medicado, excedentes agrícolas, o siembras “ad hoc”.

En el siguiente capítulo se van a desgranar las consecuencias económicas y ambientales de esta actividad, que pueden ser positivas o negativas.

A VUELTAS CON LA SARNA

No hemos aprendido nada.

Otra vez aparecen noticias a raíz de la sarna, y siempre a rebufo de los cazadores. Es preocupante que no se tenga una estrategia global, pues por si no se han enterado, el problema de la sarna es global, solo que a causa de determinados factores climatológicos, de gestión, o incluso biológicos se producen episodios que pueden ser dramáticos.

Han pasado muchos años durante los que la sarna ha golpeado de forma inmisericorde con poblaciones de ungulados silvestres en toda España. Podemos recordar el fulgurante colapso de la cabra montes de Cazorla en 1987, los sucesivos brotes en la década de 1990 a los rebecos cantábricos o de los Arruís de Sierra Espuña. Ya en este siglo el colapso de la cabra montés en Ronda, y en sucesivos núcleos limítrofes como puede ser la actual afección a la cabra montes de Grazalema. En general la sarna está extendiéndose por todo el arco mediterráneo, desde los puestos de Tortosa y Beceite, el Maestrazgo, bajando a la Comunidad Valenciana por Muela de Cortes y demás poblaciones sureñas.

https://www.club-caza.com/actualidad/actualver.asp?nn=12703

¿Porque no se toma conciencia de la situación general?, ¿Porque no se abordan unas actuaciones que tengan en cuenta las que se están realizando y están saliendo a flote?

Hay que partir de una serie de premisas básicas para poder adecuar una estrategia general y las posibles actuaciones.

Cuando llega la sarna, no es por casualidad, es porque se ha abonado el terreno para su llegada. Normalmente los problemas de gestión son derivados de que nos encontramos en el medio natural y los problemas sanitarios están ligados a procesos ecológicos como ausencia de predadores, altas densidades, traslado de ejemplares y repoblaciones, cohabitación con ganado doméstico, etc.

Todas las soluciones que se proponen desde determinadas administraciones se basan en abordar sanitariamente a poblaciones silvestres, utilizando tratamientos antiparasitarios a ejemplares que viven libremente, que en determinados contextos pueden ser efectivos, pero no resuelven el problema. Primero porque la sarna esta en dichas poblaciones, de forma mas o menos activa. Segundo porque es caro y difícil el ir tratando a ejemplares individuales en el monte. Y tercero porque si no solucionas problemas ecológicos, los tratamientos individuales no solucionan el problema sanitario. Es imposible tratar a todos los ejemplares de una población silvestre, y no se sabe la dosis ingerida y por lo tanto su efectividad, ni la duración de los efectos, ni la posibilidad de repetición de la inyección o la ingesta del fármaco porque la sarna tiene diferentes fases de desarrollo.

Sin embargo, además de no considerar los problemas ecológicos, no se tienen en cuenta las peculiaridades de los ejemplares, porque la sarna en general no es una enfermedad mortal, existen ejemplares resistentes, que apoyados por una buena gestión pueden vencer a la sarna. ¿Porque no se buscan y promocionan dichos ejemplares?

No siempre el tiro es la solución, son necesarios estudios científicos previos, análisis genéticos y análisis del habitat que apoyen la toma de decisiones y no ir a rebufo de soluciones fáciles y milagrosas “pienso medicado” o soluciones drásticas como abatir a los ejemplares enfermos. Es evidente que un ejemplar enfermo puede ser un transmisor, pero también puede ser un ejemplar resistente. Y hay que tener criterios fundados para tomar la decisión. Hay que ser buenos gestores y responsables de las decisiones tomadas, para ello se necesitan el máximo de datos para tomar las decisiones mas adecuadas.

Posibilidad o necesidad?

A veces nos asombra ver determinadas especies en un hábitat diferente al descrito para ellas como habitual, como si estuvieran fuera de lugar. Sin embargo, este hecho dice mucho de su capacidad de adaptación, su maleabilidad y sus posibilidades, y por ejemplo en la cabra montes puede explicar la expansión sin precedentes que ha experimentado en los últimos años.

Cabra en la costa, en los acantilados de Cerrogordo (Granada)
Cabra en la costa, en los acantilados de Cerrogordo (Granada)