El papel de la Ivermectina en casos de parasitismo ha sido y es muy efectivo en muchas ganaderías, pero cuando nos enfrentamos con la fauna salvaje existen ciertos inconvenientes relacionados con la efectividad, las dosis requeridas, la frecuencia de las tomas, etc. que en fauna silvestre es muy difícil de aplicar. En este contexto se ha publicado un artículo en el que se comprueba como la concentración de ivermectina disminuye drásticamente en el plasma sanguíneo.
Ivermectin Plasma Concentration in Iberian Ibex (Capra pyrenaica) Following Oral Administration: A Pilot Study.
Figure 1. (A) Time trend of the mean plasma ivermectin concentration (ng/ml) in the nine Iberian ibexes orally administered with ivermectin from 1 (T1) to 45 (T8) days post-administration; (B) Differences among individual ibexes in the decrease of plasma ivermectin concentration throughout the study period
En general, la capacidad de carga de una población determinada en un ecosistema determinado se mide en los momentos mas críticos, que en un ambiente mediterráneo coincide con el periodo estival, o después de unas grandes nevadas, cuando la producción de biomasa disponible casi desaparece.
Las poblaciones naturales tienen posibilidades de solventar el problema del estío o del invierno, reduciendo la población o la natalidad, acumulando las reservas necesarias o pueden recurrir otros procesos como la migración, ya sea latitudinal o altitudinal.
Para comprender las actuaciones que muchos gestores de recursos cinegéticos realizan o las decisiones que toman, es necesario remontarse en el tiempo y conocer como ha evolucionado la caza como concepto, como recurso e incluso como actividad en los últimos años.
Durante muchos siglos la caza en la mayoria de las fincas ha sido una actividad económica poco valorada. Históricamente la caza mayor era un recurso real que este concedía a los nobles. En edad media se comienza a entender la caza como “regalías” que concede la Corona y por concesión real o en su nombre. El noble o señor del lugar, como soberano local se reserva el uso de la caza en los bosques.
Antes de los años 60 del siglo pasado, las densidades de ungulados eran muy bajas en la mayor parte del territorio. La economía de la caza mayor era residual, pues lo mas importante eran las relaciones sociales que se daban en los eventos cinegéticos, con partidas de varios días y con captura de muy pocas reses, prolongando la historia de relacionar la caza mayor con la clase social alta, incluso en las épocas de la ilustración española a finales del siglo XVIII, cuando se consideraba que la caza alejaba o distraía a los trabajadores de las actividades productivas.
Toda transformación comienza con la promulgación de las Leyes de Caza, pero se produce de forma definitiva a partir de la Ley de caza de 1970, en la que se regulan los acotados, se instauran los Planes Técnicos de Caza y comienzan a generalizarse diferentes tipos de cacerías y en concreto la caza de trofeos.
Las últimas décadas del siglo XX, el valor de los trofeos se incrementa exponencialmente de forma artificial, aunque estos valores nunca se acercan al coste de producción de dichos trofeos. No se realizan análisis de producción, se realizan estimas de comercialización y de todos los costes alrededor de la misma. Se accede al mundo de la caza mayor de forma masiva por puro mercantilismo asegurando un número de ejemplares en cada lance, sin un poso del concepto de caza de esfuerzo e incertidumbre como lo define Ortega y Gasset en el prologo de “20 años de caza mayor” del Conde de Yebes.
Al generalizarse la caza mayor, se necesita una producción de trofeos de forma rápida y constante, por lo que los cotos comienzan a querer aumentar el número de trofeos y el de ejemplares que se puedan cazar. Para ello, la forma mas fácil es recurrir a labores propias de la ganadería, como la construcción de vallas perimetrales, la alimentación artificial y la translocación de ejemplares.
En este primer caso vamos a analizar la alimentación artificial que se ha justificado de muchas formas, desde el apoyo a la población de herbívoros en momentos críticos como el verano o fuertes nevadas, hasta para proporcionar medicamentos (pienso medicado), o piensos tratados para alcanzar buenos trofeos, o incluso el manejo de la actividad cinegética propia para mover a los animales.
Los tipos de alimentación artificial se pueden clasificar de diferentes formas, por ejemplo, el momento que se proporciona dicho alimento, durante fuertes nevadas, en el verano, solo los días antes de la cacería o a lo largo de todo el año. Se puede clasificar por el lugar donde se deposita el alimento, ya sea en puntos concretos en el suelo o en comederos, distribuido a lo largo de los caminos, o en zonas amplias. También se puede diferenciar por el tipo de alimento que se como puede ser sales minerales, forraje, pienso, pienso tratado o medicado, excedentes agrícolas, o siembras “ad hoc”.
En el siguiente capítulo se van a desgranar las consecuencias económicas y ambientales de esta actividad, que pueden ser positivas o negativas.
Uno de los problemas que se enfrentan los gestores de espacios naturales ya sean terrenos privados o públicos es el aumentar la rentabilidad de dichos espacios. Esta rentabilidad puede ser ambiental o económica.
Desde el punto de vista agrícola la máxima rentabilidad se produce cuando se recurre a la homogeneización de cultivos y paisajes, donde la rentabilidad económica es la máxima posible, pero la rentabilidad ambiental es 0. En el terreno forestal donde hay diversidad de productos de los que se puede sacar rentabilidad económica como la madera, el corcho, la caza, los pastos, e incluso el turismo, las variables para alcanzar la máxima rentabilidad se multiplican.
Sin embargo, cualquier tipo de aprovechamiento tiene un limite que se llama capacidad de carga. Ya sea la madera, los pastos (ganadería), e incluso el turismo tienen límites acotados por una serie de factores externos o endógenos de la propia gestión además de las interacciones entre ellos.
Capacidad de carga en especies de caza mayor.
En este capítulo vamos a tratar de uno de los modelos de gestión en el ámbito forestal como son los grandes herbívoros de los que se deriva un producto como la caza.
La máxima rentabilidad de las especies de caza se produce cuando estas pasan a ser ganadería, cuando se alimentan de forma artificial a lo largo de todo el año, como ocurre con granjas de ciervo en Nueva Zelanda o en otros tantos sitios. En el extremo opuesto tenemos las poblaciones en equilibrio con el medio natural en el que se desarrollan.
Fluctuaciones. K. (Capacidad de carga del ecosistema) Curva en forma de S. Crecimiento estacionario. EQUILIBRIO. Tiempo.
Posibilidades de gestión.
Vistos los dos extremos, podemos comprobar que la mayoría de las poblaciones de caza mayor se encuentran en posiciones intermedias en este gradiente. Hay dos formas de enfocar los modelos de gestión, la primera es el mantenimiento de las poblaciones silvestres en un equilibrio sostenible, y por otro maximizar el tamaño de la población. Para ello lo que se hace es alterar la capacidad de carga (K) del ecosistema para dicha especie, eliminado alguno de los factores que inciden en lo que se denomina resistencia ambiental. Esto es cualquier factor que limita el aumento en el número de la población (por ejemplo, la falta de alimento, espacio, la luz, la depredación o enfermedad).
Aporte de alimento suplementario.
Una de las actuaciones mas fáciles para incrementar la capacidad de carga es el aumentar la disponibilidad de alimento ya sea de forma directa, proporcionando alimento, o de forma indirecta sembrando en el espacio y poner dichas siembras a disposición en momentos de carestía, normalmente en periodos estivales.
Esto es una decisión que realiza el gestor o propietario de un terreno forestal determinado, no quiere decir que sea una mala decisión o decisión equivocada, si se asumen las consecuencias tanto a largo como a corto plazo. El problema es cuando se toman dichas decisiones sin saber las consecuencias tanto ambientales como económicas y se pone en jaque la sostenibilidad del sistema.